domingo, 12 de abril de 2009

Princesa

Después de destruir un carro, destrozar una reputación y destrozarme (también, yo mi mismo) el corazón, ya decidí que Adriana no es aquella a quien quiero en mi vida para querer con toda la voluntad e inconsciencia que dicta mi razón y corazón.

Fue lo mas hermoso que he tenido en mi vida, aunque también me aferré a ella como si hubiese querido evadir mi realidad...ah si, debo reconocer que antes de conocerla me pasaba el tiempo en puteros, borracheras; derrochaba la bolsa y la vida, como dice la canción de Sabina. Y fue en esos mismos momentos que la conocí, desde el principio imaginaba el final (quizá por eso ocurrió así, uno no debe adelantarse tanto al futuro) y aún estoy pensando en el aprendizaje de todo esto.

Me va a costar muchísimo sacarla por completo de mi mente y corazón. Aunque el mutuo desgaste de las últimas semanas es un aliciente, en lo mas profundo de mí hay una partecita que ya dependía de ella para andar feliz.


Ya lloré, ya grité, ya me emborraché, ya choqué en muchos aspectos, ya la amé, la quisé, la besé todo lo que quise; también le mentí, la lastimé, la celé, la corté, le volví a llamar, le susurré lo mas horrible que podría haber dicho a alguien...tanto, como lo mas hermoso que también le dije. Me creyó y luego ya no. Yo confié en ella y luego desconfié. En fin, así no se puede vivir, ni quiero y me asqueo de este ritmo.


Tengo mucho más que pensar, reflexionar el aprendizaje.

No me interesa volver a hablar con ella, aunque sería el peor de los cínicos si digo que no quisiera recibir su llamada diciéndome que lo penso y decidió que lo vamos a intentar bien, pero sería hipócrita si yo negara que entiendo que es absurdo después de tanta palabrería y que también entiendo que no nos convenimos, por mas triste que esto me resulte.

Me extraño a mi mismo, al cínico, al patán, al mamón, al encantador, al arrogante, al amoroso infaltable. Me descompuso en cachitos, me revolvió a pedacitos, nos inventamos una historia a la que siempre supimos que no le pondríamos un final consecuente y acordado.

Pasé todo un fin de semana pensando en ella, con el sol en mi cara, mi familia en la alberca, con cervezas en mano, aguantando las lágrimas que no se confundirían con el agua de la alberca. Con una luna brillante, con estrellas, con sonrisas, tranquilidad y sin ella para compartirlo. Justo en ese momento comprendí que debía admitir la derrota...quería que ella me perdiera un día, pero no perderla yo. Estúpido orgullo y machismo, ahora por eso me cuesta aún mas esfuerzo, pues me enamoré como un pendejo (hasta rimó).

En fin, de verdad que ella siempre va a ser mi princesita, chiquilina, pequeniña, chiquitina, hermosa...la única...hasta que la próxima me lo crea. Extraño a quién yo solía ser, también a mis amigos y todo lo que cambié desde noviembre del año pasado.

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